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Portada » Salmo 78

Salmo 78

29 de octubre de 2013 by tobiaswolf

SALMO 78

 

1 Poema de Asaf.

 

Pueblo mío, escucha mi enseñanza,

 

presta atención a las palabras de mi boca:

 

2 yo voy a recitar un poema,

 

a revelar enigmas del pasado.

 

3 Lo que hemos oído y aprendido,

 

lo que nos contaron nuestros padres,

 

4 no queremos ocultarlo a nuestros hijos,

 

lo narraremos a la próxima generación:

 

son las glorias del Señor y su poder,

 

las maravillas que él realizó.

 

5 El dio una norma a Jacob,

 

estableció una ley en Israel,

 

y ordenó a nuestros padres

 

enseñar estas cosas a sus hijos.

 

6 Así las aprenderán las generaciones futuras

 

y los hijos que nacerán después;

 

y podrán contarlas a sus propios hijos,

 

7 para que pongan su confianza en Dios,

 

para que no se olviden de sus proezas

 

y observen sus mandamientos.

 

8 Así no serán como sus padres,

 

una raza obstinada y rebelde,

 

una raza de corazón inconstante

 

y de espíritu infiel a Dios:

 

9 como los arqueros de la tribu de Efraím,

 

que retrocedieron en el momento del combate.

 

10 Ellos no mantuvieron su alianza con Dios,

 

se negaron a seguir su Ley;

 

11 olvidaron sus proezas

 

y las maravillas que les hizo ver,

 

12 cuando hizo prodigios a la vista de sus padres,

 

en la tierra de Egipto, en los campos de Tanis:

 

13 abrió el Mar para darles paso

 

y contuvo las aguas como un dique;

 

14 de día los guiaba con la nube

 

y de noche, con el resplandor del fuego.

 

15 Partió las rocas en el desierto

 

y les dio de beber a raudales:

 

16 sacó manantiales del peñasco,

 

hizo correr las aguas como ríos.

 

17 Pero volvieron a pecar contra él

 

y a rebelarse contra el Altísimo en el desierto:

 

18 tentaron a Dios en sus corazones,

 

pidiendo comida a su antojo.

 

19 Hablaron contra Dios, diciendo:

 

 «¿Acaso tiene Dios poder suficiente

 

para preparar una mesa en el desierto?

 

20 Es verdad que cuando golpeó la roca,

 

brotó el agua y desbordaron los torrentes;

 

pero ¿podrá también darnos pan

 

y abastecer de carne a su pueblo?».

 

21 El Señor, al oírlos, se indignó,

 

y un fuego se encendió contra Jacob;

 

su enojo se alzó contra Israel,

 

22 porque no creyeron en Dios

 

ni confiaron en su auxilio.

 

23 Entonces mandó a las nubes en lo alto

 

y abrió las compuertas del cielo:

 

24 hizo llover sobre ellos el maná,

 

les dio como alimento un trigo celestial;

 

25 todos comieron en pan de ángeles,

 

les dio comida hasta saciarlos.

 

26 Hizo soplar desde el cielo el viento del este,

 

atrajo con su poder el viento del sur;

 

27 hizo llover sobre ellos carne como polvo

 

y pájaros como arena del mar:

 

28 los dejó caer en medio del campamento,

 

alrededor de sus carpas.

 

29 Ellos comieron y se hartaron,

 

pues les dio lo que habían pedido;

 

30 pero apenas saciaron su avidez,

 

cuando aún estaban con la boca llena,

 

31 la ira de Dios se desató contra ellos:

 

hizo estragos entre los más fuertes

 

y abatió a lo mejor de Israel.

 

32 A pesar de todo, volvieron a pecar

 

y no creyeron en sus maravillas;

 

33 por eso él acabó sus días como un soplo,

 

y sus años en un solo instante.

 

34 Cuando los hacía morir, lo buscaban

 

y se volvían a él ansiosamente;

 

35 recordaban que Dios era su Roca,

 

y el Altísimo, su libertador.

 

36 Pero lo elogiaban de labios para afuera

 

y mentían con sus lenguas;

 

37 su corazón no era sincero con él

 

y no eran fieles a su alianza.

 

38 Pero él, que es compasivo,

 

los perdonaba en lugar de exterminarlos;

 

una y otra vez reprimió su enojo

 

y no dio rienda suelta a su furor:

 

39 sabía que eran simples mortales,

 

un soplo que pasa y ya no vuelve.

 

40 ¡Cuántas veces lo irritaron en el desierto

 

y lo afligieron en medio de la soledad!

 

41 Volvían a tentar a Dios

 

y a exasperar al Santo de Israel,

 

42 sin acordarse de lo que hizo su mano,

 

cuando los rescató de la opresión.

 

43 Porque él hizo portentos en Egipto

 

y prodigios en los campos de Tanis;

 

44 convirtió en sangre sus canales,

 

y también sus ríos, para que no bebieran;

 

45 les mandó tábanos voraces

 

y ranas que hacían estragos.

 

46 Entregó sus cosechas al pulgón

 

y el fruto de sus trabajos a las langostas;

 

47 destruyó sus viñedos con el granizo

 

y sus higueras con la helada;

 

48 desató la peste contra el ganado

 

y la fiebre contra los rebaños.

 

49 Lanzó contra ellos el ardor de su enojo,

 

su ira, su furor y su indignación

 

–un tropel de mensajeros de desgracias–

 

50 dando así libre curso a su furor;

 

 no los quiso librar de la muerte,

 

hizo que la peste acabara con sus vidas.

 

51 Hirió a los primogénitos de Egipto,

 

a los hijos mayores de la tierra de Cam;

 

52 sacó a su pueblo como a un rebaño,

 

y los guió como a ovejas por el desierto:

 

53 los condujo seguros y sin temor,

 

mientras el Mar cubría a sus adversarios.

 

54 Los llevó hasta su Tierra santa,

 

hasta la Montaña que adquirió con su mano;

 

55 delante de ellos expulsó a las naciones,

 

les asignó por sorteo una herencia

 

e instaló en sus carpas a las tribus de Israel.

 

56 Pero ellos tentaron e irritaron a Dios,

 

no observaron los preceptos del Altísimo;

 

57 desertaron y fueron traidores como sus padres,

 

se desviaron como un arco fallido.

 

58 Lo afligieron con sus lugares de culto,

 

le provocaron celos con sus ídolos:

 

59 Dios lo advirtió y se llenó de indignación,

 

y rechazó duramente a Israel.

 

60 Abandonó la Morada de Silo,

 

la Carpa donde habitaba entre los hombres;

 

61 entregó su Fortaleza al cautiverio,

 

su Arca gloriosa en manos del enemigo

 

62 Entregó su pueblo a la espada,

 

se enfureció contra su herencia;

 

63 el fuego devoró a sus jóvenes,

 

y no hubo canto nupcial para sus vírgenes;

 

64 sus sacerdotes cayeron bajo la espada,

 

y sus viudas no pudieron celebrar el duelo.

 

65 Pero el Señor se levantó como de un sueño,

 

como un guerrero adormecido por el vino:

 

66 él hirió al enemigo con la espada,

 

le infligió una derrota completa.

 

67 Rechazó a los campamentos de José

 

y no eligió a la tribu de Efraím:

 

68 eligió a la tribu de Judá,

 

a la montaña de Sión, su predilecta.

 

69 Construyó su Santuario como el cielo en lo alto,

 

como la tierra, que cimentó para siempre;

 

70 y eligió a David, su servidor,

 

sacándolo de entre los rebaños de ovejas.

 

71 Cuando iba detrás de las ovejas, lo llamó

 

para que fuera pastor de Jacob, su pueblo,

 

y de Israel, su herencia;

 

72 él los apacentó con integridad de corazón

 

y los guió con la destreza de su mano.

Publicado en: Salmos

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