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Mensaje del 15 de agosto 1993 en Rubbio (Italia)

14 de junio de 2021 by tobiaswolf

Mensaje del  15 de agosto 1993 en Rubbio (Italia)

La Asunción de María Santísima al cielo.

Junto a todos vosotros.

«Hijos’predilectos, contemplad hoy con alegría el esplendor de mi Cuerpo glorioso, elevado a la gloria del Paraíso. La Santísima y Divina Trinidad es hoy glorificada por vuestra Madre Celestial. El Padre contempla en Mí la obra maestra de su creación y se complace al verme circundada del esplendor de su gloria y de su divina potencia. El Hijo me ve con alegría junto a Sí y me asocia a su poder real sobre todo el universo. El Espíritu Santo es glorificado por su Esposa, que es exaltada sobre todas las criaturas terrenas y celestiales. En este día reflejo sobre vosotros los rayos de mi esplendor y os pido que caminéis en la luz de mi presencia materna junto a todos vosotros. Precisamente por el privilegio de mi Asunción corporal al cielo, yo puedo estar siempre junto a todos vosotros, mis pobres hijos, todavía peregrinos sobre esta tierra. Estoy junto a mi Iglesia, que sufre y está dividida, crucificada e inmolada, que vive la horas dolorosas de su martirio y de su calvario. Estoy junto a toda la humanidad, redimida por Jesús, pero que ahora está tan lejana de su Señor, y que camina por la perversas sendas del mal y del pecado, del odio y la iniquidad. Estoy junto a mis hijos descarriados, para conducirlos por la vía de la conversión y del retomo al Señor; a los enfermos, para darles consuelo y sanación; a todos los alejados, para conducirlos a la casa del Padre Celestial que con tanto amor les espera; a los desesperados, para darles esperanza y confianza; a los moribundos, para abrirles la puerta de la felicidad eterna. Estoy particularmente junto a mi Papa, que por Mí misma es guiado, conducido e inmolado; a los Obispos y Sacerdotes, para darles valor y fuerza para caminar por la senda del testimonio heroico a Jesús y a su Evangelio; a los Religiosos, para ayudarles seguir a Jesús obediente, pobre y casto, hasta el Calvario; a todos los fieles, para darles la gracia de mantener en toda circunstancia sus promesas bautismales. Ahora que la gran prueba ha llegado, me sentiréis de manera extraordinaria junto a todos vosotros, para ser el gran signo de consolación y de segura esperanza, en estos últimos tiempos de la purificación y de la gran tribulación.»

Archivado en: 1993

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