Mensaje del 20 de octubre de 1973
La luz del Evangelio.
«¿Ves cómo todo te cansa y te deja como vacío cuando no haces todas las cosas Conmigo? Y te preguntas: ¿pero por qué me ocurre esto tan extraño? No son acaso las mismas cosas que antes tanto me cautivaban y me absorbían totalmente? ¿Qué ha ocurrido ahora en Mí? Ha ocurrido en ti, oh hijo, el hecho grande y decisivo de tu consagración a Mí. Este acto ha sido tomado en serio por Mí y tiene en sí la capacidad de cambiar realmente y de transformar toda tu vida. Con el aero de la consagración tú has puesto en mis manos toda tu vida: ahora ella me pertenece, es mía. Yo he tomado posesión de ella y ahora, poco a poco, voy transformándola según mi voluntad. Dulcemente te llevaré a aquella perfección que agrada a mi Corazón, y poco a poco te transformaré en una copia totalmente semejante a mi Hijo Jesús. Te daré un modo nuevo de ver las cosas: las verás con mis mismos ojos. Todo lo que es del mundo no te podrá interesar; es más, dejará en ti como una pena profunda. Dirás de estas cosas: ¡qué vanas son, qué inútiles! Sin embargo, cuántos hermanos tuyos se dejan guiar y dominar por ellas: ven según el mundo, viven para el mundo, malgastando así por nada el don de su existencia. Te daré también un nuevo modo de sentir: sentirás según mi Corazón. Entonces tu capacidad de amar y de sufrir se potenciará enormemente, porque sentirás, hijo, como siente el Corazón de tu Madre. Cuánto dolor sentirás por tantos que hoy hacen vana la redención de mi Hijo: todos los que, sin culpa suya, se descarrían, porque son victimas ignorantes de estos errores. Qué lástima ilimitada tendrás por tantos hermanos tuyos Sacerdotes que, abandonándonos a Jesús y a Mí, no son ya fieles al Evangelio: se hacen propagadores de muchos errores, sólo sienten y juzgan como el mundo juzga y siente. Han apostatado ya en su corazón, pero aún pueden ser salvados. Pueden ser aún salvados por Mí. Y te daré también un nuevo modo de pensar: pensarás según el Corazón de Jesús y mi Corazón maternal, viendo cada cosa en Dios y desde Dios, según el espíritu de Sabiduría. Te daré la Sabiduría del corazón. Eso es: los Sacerdotes de mi Movimiento deben ser todos así. Pues si se han consagrado a Mí, deben sentir, ver y pensar como Yo, Conmigo, porque quiero tomar posesión de toda su vida, quiero transformarla, volverla imagen de mi Hijo Jesús, el primogénito de muchos otros hijos míos. ¡Que se dejen formar por Mí, como niños, con mucha confianza y el mayor abandono! Entonces, por medio de ellos, volverá a resplandecer la luz del Evangelio en este mundo invadido por las tinieblas (…).»